Un pasaje del libro La partícula divina de leon Lederman
El Tevatrón del Fermilab, una máquina de un billón de electronvoltios que se terminó en 1983, es un buen ejemplo. Las partículas son llevadas por una órbita circular mediante poderosos imanes superconductores, de manera parecida a como las vías guían el tren por una curva.
Las partículas dan 50.000 vueltas por segundo a esa pista de seis kilómetros y pico. En diez segundos viajan más de tres millones de kilómetros. Cada vez que pasan por un hueco -en realidad una serie de cavidades especialmente construidas-, un voltaje de radiofrecuencia les propina una energía de alrededor de 1 MeV. Los imanes que las mantienen enfocadas las dejan desviarse de las rutas que se les asignan apenas un cuarto de centímetro en todo el viaje. No es perfecto, pero sí o bastante bueno. Es como apuntar con un rifle a un mosquito que está en la Luna y darle en el ojo que no es.
Es como apuntar con un rifle a un mosquito que está en la Luna y darle en el ojo que no es.